Un corazón

Un corazón. Un corazón que late, un corazón que se esconde, que llora. También un corazón que ríe. Un corazón que se asusta y que evita por todos los medios abrirse al mundo. Que no entiende y se repliega, y que luego, cuando el campo está verde, cuando el algodón asoma, cuando el mar refresca, se le olvida a este corazón cómo danzar y dejarse acunar. La luna, hablando desde el cielo, la tierra, invitándolo a dejarse caer, todo demasiado fácil, pero él ha olvidado la inocencia. Ha llegado al borde de sí mismo y ha dicho: ya no sé quién soy. De esa manera ha sonado su rugido por los bosques, y ha despertado las hadas que yacían dormidas en un paraíso olvidado. Los duendes se apresuran a darle la bienvenida, para que recuerde las canciones, las mismas que cantaba en su nacimiento, y antes de su nacimiento, y después de su nacimiento. Late el corazón, se atreve el corazón, a cantar y recordar, y desde el fondo de sí mismo surge el sonido, brotando la inocencia, brotando la belleza de ser y ser visto.

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